En el Mundial de Brasil 2014, México enfrentó al anfitrión en un duelo cargado de tensión y expectativa.
El Estadio Castelao de Fortaleza fue testigo de una de las actuaciones más memorables de un arquero mexicano en la historia de las Copas del Mundo, Guillermo Ochoa, entonces portero del Ajaccio francés, se convirtió en figura indiscutible al detener cada intento brasileño.
El momento más icónico llegó en el primer tiempo, cuando Neymar conectó un cabezazo potente y colocado que parecía destinado al gol.
El balón viajaba con dirección al poste derecho, pero Ochoa, en una reacción casi sobrehumana, se lanzó y lo desvió justo sobre la línea. La imagen del arquero exjugador del América, negando el gol al astro brasileño dio la vuelta al mundo y fue comparada con las mejores atajadas en la historia del torneo.
Esa intervención no solo salvó el marcador, sino que cambió el curso emocional del partido. México, lejos de achicarse ante el gigante sudamericano, se creció con cada parada de su guardameta.
La actuación de Ochoa fue tan impactante que la FIFA la destacó como una de las mejores del torneo, llegando a medios internacionales, quienes lo elogiaron, y su nombre se volvió tendencia global.
Más allá de lo técnico, la atajada simbolizó algo más profundo: la capacidad de México para competir de tú a tú con las potencias.