El tercer duelo de la serie entre Diablos Rojos del México y Tigres de Quintana Roo tuvo a los presentes al estadio Alfredo Harp Helú al borde del asiente, a la espera del batazo que sentenciara el juego.
Y llegó. Con casa llena en la parte baja del noveno inning y tras un error de José Rondón que tenía a los Pingos contra las cuerdas, se paró él. Robinson Canó se plantó en la caja de bateo con un parque de pelota entregado completamente a él para conseguir el triunfo “a la diabla”.
Daniel Cornejo no pudo apagar el cohete que disparó el veterano hacia el jardín izquierdo. Una vez que la pelota tocó el césped el júbilo estalló tras ver a Juan Carlos Gamboa y Francisco Mejía posar el home para dejar tendidos a los felinos y quedarse así con una disputada serie en casa.
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“Me encantan este tipo de situaciones”, confesó Canó tras la victoria. El dominicano sabía que la pizarra estaba 2-1 en favor de los felinos y buscar el cuadrangular podría ser contraproducente para la causa capitalina.
“Primero hay que pensar en las pequeñas cosas que es dar el batazo para empujar la carrera, por lo menos, del empate. Gracias a Dios fue un batazo fuerte y pude volar al left field”, añadió.
El ambiente que se vivió en el Harp Helú durante los tres días de la ex Guerra Civil fue único. La afición de los Tigres se hizo sentir en casa ajena y Canó se atrevió a comparar el ambiente con lo que el dominicano atestiguó en sus años como Yankee de Nueva York.
“Fue lo mismo que viví en la series Yankees contra (Red Sox de) Boston, que es una serie bien difícil o cuando jugábamos la serie del subway contra los Mets. Lo digo con todo respeto, me encantan este tipo de situaciones”, concluyó la estrella del partido.
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