El partido de cuartos de final de la Copa del Mundo 1954 entre Hungría y Brasil era una promesa de espectáculo y buen futbol; por un lado, los mágicos magiares y del otro los subcampeones del Maracanazo. Sin embargo, lo que en la previa se esperaba que fuera un choque de estilos, terminó por ser una lluvia de agresiones que pasó a la historia como la .

En la fase de grupos de ese Mundial, Brasil pasó por encima de Yugoslavia, Francia y México para tomar el liderato del grupo 1. Hungría hizo lo propio en el grupo 2 al terminar invicto con 4 puntos por encima de Alemania Federal, Turquía y Corea del Sur.

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Así llegaron al partido de cuartos de final en Berna, misma ciudad donde se llevaría a cabo la posterior final, conocida como "El Milagro de Berna" que consagró a Alemania por primera vez como campeona del mundo.

Las expectativas eran altas. 40 mil personas asistieron al estadio Wankdorf el 27 de junio y fueron testigos de una auténtica batalla entre europeos y sudamericanos. Los húngaros comenzaron con ventaja de 2 goles gracias a las anotaciones de Nándor Hidegkuti y Sándor Kocsis. Antes de que termine el primer tiempo, Djalma Santos logró descontar el marcador con un gol de penal.

Para el segundo tiempo, las cosas se salieron de control. Cuando Mihály Lantos anotó el penalti que significó el 3-1 en favor de Hungría, periodistas brasileños invadieron el campo de juego para protestar la polémica decisión que derivó en el tercer gol magiar. La policía suiza tuvo que intervenir para retirarlos de la cancha, pero los ánimos estaban demasiado calientes y los jugadores fueron contagiados por el mismo sentimiento. Julinho anotó el último gol brasileño.

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Prueba de ello fue el intercambio de golpes entre József Bozsik y Nilton Santos, ambos expulsados por su pelea dentro del campo de juego al minuto 71. El autor del primer gol brasileño correteó a Zoltán Czibor y el árbitro Arthur Ellis sacó otra tarjeta roja, esta vez a Humberto Tozzi, por soltarle una patada a Gyula Lóránt.

Tres expulsiones, 42 tiros libres y otras tres amonestaciones fueron las decisiones tomadas por el juez inglés, que aseguró que "pensé que sería el mejor juego que haya visto. Sea por motivos políticos o religiosos, no sé, pero se comportaron como animales. Fue una desgracia. Lo único que pensé fue que estaba determinado a que termine".

Al final del partido, Pinheiro recibió un botellazo en la cabeza por parte del banquillo húngaro, supuestamente lanzado por el histórico Férenc Puskás.

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