El está diseñado para que las selecciones clasificadas peleen por levantar el anhelado trofeo de la FIFA, aunque usualmente son los mismo los que tienen el privilegio de llevarla a casa.

A lo largo de la historia, ninguna nación africana ha estado cerca de meterse al Juego Grande. La máxima instancia a la que suelen llegar es Cuartos de Final. Sin embargo, en Sudáfrica 2010 un equipo estuvo cerca de acabar con esa maldición: Ghana.

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La Copa del Mundo llegó por primera vez al continente africano en 2010. Había muchas expectativas porque una selección de esa región lograra una participación histórica y, de no ser por una mano, pudo ser así.

Ghana se colocó en un grupo a modo para avanzar a la siguiente ronda. Derrotaron a Serbia 0-1, empataron con Australia 1-1 y perdieron contra Alemania 1-2, aunque con eso les alcanzó para clasificar como segundo lugar.

El rival en Octavos de Final fue Estados Unidos, que llegó como favorito. Sin embargo, las Estrellas Negras estaban jugando prácticamente de locales, debido a que con la eliminación del anfitrión, todos apoyaron al único combinado africano con vida en el torneo.

El partido se fue a la prórroga, instancia en la que cayó el tanto que eliminó a los norteamericanos. En la siguiente ronda se medirían a , en un encuentro que prometía mucho.

Sulley Muntari puso a soñar a su país, pero Diego Forlán emparejó el marcador. De nueva cuenta el encuentro entraría a tiempos extra y los penaltis eran inminentes. Fue entonces que llegó una de las jugadas más polémica en la historia.

Luis Suárez metió la mano para evitar que el balón entrara a su portería. Foto: Especial
Luis Suárez metió la mano para evitar que el balón entrara a su portería. Foto: Especial

Se había cumplido el minuto 120, pero Jorge Fucile cometió una falta en la banda derecha. Luego del tiro libre, un ghanés peinó el balón y Fernando Muslera tuvo una pésima salida; el balón le quedó a Stephen Appiah, quien remató y Luis Suárez rechazó con el pie sobre la línea.

A Dominic Adiyiah le quedó el esférico a modo y sacó un remate de cabeza que era imposible de frenar: el gol era cantado. Sin embargo, Suárez se sacrificó por la celeste y cometió una mano flagrante que lo impidió.

El Pistolero sacó sus dotes de portero y después fingió demencia. Su destino ya estaba decidido: roja directa. Ghana estaba con pie y medio en la Semifinal de un Mundial y marcarían un hito.

Asamoah Gyan tenía en sus pies la responsabilidad de meter a una instancia desconocida para una selección africana. Sin embargo, la presión de un continente entero en los hombros de un futbolista fue demasiada y mandó el esférico al poste.

Se salvaba la garra charrúa. Luis Suárez, que se dirigía llorando al vestidor, cambió el llanto por gritos eufóricos; pasó de villano a héroe, porque su país volví a una Semifinal.

Llegó la tanda de penaltis y Ghana ya no se pudo sobreponer. Fueron ineficaces y Sebastián Abreu aquella noche en el Soccer City de Johannesburgo no sólo demostró por qué le decían el loco, además le enseñó a Asamoah cómo se define una situación crítica desde los once pasos: a lo Panenka.

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