Si hay una confederación ante la que México puede presumir autoridad, es la asiática. En todas sus participaciones en Copas del Mundo, el Tricolor mantiene paso perfecto frente a rivales de Asia: cinco partidos, cinco victorias.
El primero fue en 1986, cuando derrotó 1-0 a Irak en el Estadio Azteca. Después, en 1998, se impuso 3-1 a Corea del Sur; en 2006 venció 3-1 a Irán; en 2018 repitió la dosis 2-1 ante los surcoreanos; y en 2022 superó 2-1 a Arabia Saudita. Ningún rival asiático ha logrado arrebatarle un punto.
Más allá de las estadísticas, estos duelos reflejan una constante: México suele imponerse con solvencia táctica y mejor lectura de partido. Sus equipos, acostumbrados a la intensidad física y al orden defensivo, suelen encontrar espacios ante selecciones asiáticas que priorizan la disciplina sobre la improvisación.
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La superioridad mexicana frente a Asia ha sido un bálsamo en los torneos donde las potencias europeas o sudamericanas imponen límites. Cada victoria ante un rival asiático reafirma la jerarquía regional de México como una potencia intermedia capaz de dominar fuera de Occidente.







